El Arte de las Vanguardias, Kandisky, las cuevas de Altamira, la música… y el Pensamiento, sobre todo el Pensamiento. Son algunas referencias que tiene en cuenta Agustín Ibarrola para crear sus óleos comprometidos con su tiempo.

«Cuando el arte de las vanguardias, el llamado analítico, intenta establecer lenguajes, no lo hace para reproducir nada, sino para ser capaz de trasladar todos los sueños que el artista puede tener». La premisa, formulada por el propio Agustín Ibarrola, está presente en casi toda su obra.

El verdadero artista parte de la curiosidad para dejarse guiar por la intuición hacia respuestas que nunca alcanzará en su totalidad, «la posesión de la verdad es cosa de la divinidad, la búsqueda en cambio es humana» diría Lessing.

Es un camino solitario, introspectivo e impulsivo por tierras de la incertidumbre en las cuales descubrirá nuevas miradas, nuevas perspectivas de las cosas que ofrecer al mundo. Es el camino que recorre Agustín Ibarrola que entronca con su concepto artístico bañado de compromiso.

Caminos artísticos que se cruzan

En esta búsqueda de una verdad que desborda lo perceptible, el artista cruza su camino con el filósofo, el místico y el científico, cada uno con sus particularidades, pero partiendo todos de las mismas preguntas.

Tanto el científico como el artista utilizan metodologías analíticas comunes para diseccionar la realidad, para atravesar el «velo pintado» de lo sensible y buscar la verdad compositiva de las cosas. En el caso del artista, esta práctica ha sido casi obligatoria en su oficio durante los siglos en los que el arte aspiraba a representar la realidad lo más fielmente posible. Solo comprendiendo la esencia de la naturaleza se puede aspirar a imitarla.

Y es que el arte es una de las mejores herramientas de las que disponemos para conocer el mundo.

Óleos impregnados de mensaje

Así lo concibe Agustín Ibarrola al crear sus óleos llenos de mensaje, emoción, expresión, compromiso e inteligencia.

Entre los grandes literatos que han entendido en este sentido la obra de Agustín Ibarrola se encuentra Gabriel Celaya.

En su novela «De lo que faltaba», 1967, el escritor saludaba «tu pintura directa y fresca, brusca como los adelantos que de tanto me curan. Saludo el violento sentido consagrado de nuestra metalurgia y los hechos obreros que tú pones en alto contra la fuerza oscura».

El autor vasco resumía así su admiración y percepción de la obra y el compromiso de Agustín Ibarrola: «Aquí están ordenadas las fuerzas del trabajo, aquí el hombre que muda los valores reales, no la Bolsa bailando, abstracta en su locura. Estos hombres que pintas, reales y compactos, como la luz es dura, como el cuerpo recorta su volumen y el acto directo en una pura emergencia del hecho dado cotidiano devuelven la luz diurna. Aquí están. Tú los muestras. Sencillos. Siempre en alto. Y su ser es denuncia».