El bosque de Oma

Cuando pinto árboles no me atrevo a decir que estoy haciendo pintura o escultura u otra cosa; digo que es un tratamiento espacial en un espacio físico tridimensional con relaciones rítmicas bidimensionales. Yo admito que hay un pluralismo inmenso de significados dentro de ciertos principios válidos; unos principios podrán ser muy importantes y otros menos, según para quién.

La pintura ha de ser algo que se independice totalmente del orden establecido por la naturaleza, con sus coloraciones y climas dominantes. Incorporada la pintura, la naturaleza adquiere otras atmósferas y el paisaje se transforma, pero para ello hace falta que se vea el instrumento mental del hombre. Si se trazan unas líneas gruesas deben aparecer en su condición de líneas, con capacidad de estructurar una forma o lo que sea.

De lo contrario, se confunden con la naturaleza. Las pinceladas de color deben ser muy precisas y contrastadas con los fondos y con los colores que entre los pinos transluce la vegetación. Si no es así pierde identidad la presencia misma de la pintura y además, se devalúa el sentido de lo que se está haciendo.

La primera pintura en El Bosque De Oma

La primera pintura que realicé en el bosque fue una raya blanca. –¿Por qué una raya blanca? Porque al encontrarme con un espacio que no es un plano, ni una sucesión de planos más o menos articulados, fui viendo la necesidad de que lo primero que tenía que dominar eran las relaciones entre los conceptos espaciales tridimensionales y bidimensionales. Entonces hice una raya, haciendo una inversión de la perspectiva renacentista.

Esta perspectiva nos indica que según se van alejando las cosas van disminuyendo de tamaño e incluso se van fundiendo con la luz en los lugares más alejados de tu punto de mira. Yo invierto esa ley colocando los términos más grandes detrás y los más pequeños delante, para verlos todos en un mismo plano y con una sensación de continuidad-.

El rigor en la aplicación de las leyes físicas y geométricas no tiene por qué suponer una limitación de la expresión. Al contrario, pienso que es un enriquecimiento.

Sin temor al color en el Bosque de Agustín Ibarrola

La definición de una forma se hace muchas veces con el color. No hay que tener temor a que con los colores planos se empobrezca la imagen, como ocurre en esta reproducción. Eso ocurre en un lienzo, donde lo ves todo en un plano y no interviene la atmósfera real creada por la presencia tridimensional del aire. En el aire hay lluvias o nieblas e incluso puede estar circulando el sol. Las coloraciones que produce el sol en la naturaleza varían la luz y producen un fuerte impacto sobre las personas que están mirando un paisaje.

Si a la llegada al bosque se ve un tema, y al regreso se vuelve a ver el mismo tema, las impresiones son distintas. La luz ha cambiado y se ha introducido como un elemento de la naturaleza dentro de la pintura. No es la pintura la que tiene que entrar dentro de la naturaleza, sino la naturaleza la que amalgama y llena de matices la pintura.

Los colores más indicados en la naturaleza son los planos, es decir, aquellos colores primarios que más se parecen a los de los botes o los tubos sin mezclar. En la naturaleza hay que entrar desde lo artificial para construir imágenes que se identifiquen en su condición de color y no en función de la reproducción de la propia naturaleza.

En cada conjunto de árboles tengo que ajustar todo lo que hago desde el punto de vista formal. Si se pone un tono dominante en azules por un lado, y en violetas y amarillos por el otro, eso hay que ajustarlo a la estructura formal de lo que hay en cada una de las ramas de los árboles, para que el conjunto quede bien entrelazado y no exista ninguna dificultad de lectura.

Si desde un punto de vista quieres poner un cuadrado y desde otro un pajarito, deben ser percibidos con absoluta claridad, aunque luego desaparezcan esas imágenes con el movimiento y en vez de ellas se tengan solamente colores o abstracciones.

Una experiencia estimulante, lúdica y cargada de energía

Es estimulante y lúdico cargarse de energía sensual; visual y estética al contemplar las pinturas del bosque y poder construir un espacio plástico propio solamente con los desplazamientos.

En un paisaje intervienen desde la historia hasta las creencias culturales o mitológicas. No tengo fórmulas de relaciones de carácter espacial porque a veces los espacios están cargados de conceptos que no son estrictamente geométricos. Cuando se trabaja la naturaleza, los conceptos que llegan a mezclarse entre sí son de una enorme complejidad.

En el recorrido hacia el bosque, se pueden divisar las referencias geográficas que han condicionado al artista en la realización de estas pinturas: los valles de Basondo y Oma; las numerosas grutas que esconde el encinar entre la que se encuentra la cueva de Santimamiñe que alberga las pinturas paleolíticas más importantes de Bizkaia; los castros prerromanos de Nabarniz y la ciudad y el árbol de Gernika.

Una reflexión sobre el espacio y las reglas del Arte

El Bosque Pintado de Oma es una original experiencia artística que reflexiona sobre el espacio y las reglas del Arte, dentro de la magia que siempre esconde el bosque. Hay muchas maneras de mirar, tantas como personas, pero para no perderse entre los colores y las formas, a la hora de seguir el recorrido señalado en el mapa hay que tener en cuenta que los temas se pueden agrupar en tres grandes apartados:

1. Las referencias al lenguaje artístico y a los movimientos dentro del Arte que han planteado cambios en la plasmación del espacio plástico. Así la primera pintura realizada en el bosque, La raya blanca, es una inversión de la perspectiva renacentista ya que para ver la línea en un solo plano lo más lejano tiene que ser más grande que los más cercano.

Otros temas como el Puntillismo (referencia al Impresionismo tardío), Cuadrados rojo y amarillo (homenaje a Malevich y al constructivismo ruso), Diagonales de colores (recreación del movimiento Minimal partir de la repetición insistente de las diagonales), el Círculo, La forma curvilínea amarilla, El homenaje al Greco y en general las composiciones abstractas, estarían dentro de este apartado.

2. Las referencias a la Naturaleza (El Arco Iris de Naiel, El Rayo), al elemento totémico (Figuras de pájaros y animales) y al mundo de las leyendas unidas al bosque (La mirada de Basajaun, Los ojos…) están plasmadas en elementos figurativos, a partir de los principios estéticos que aparecen en las formas abstractas del apartado anterior. De hecho El rayo, no deja de ser una raya blanca quebrada.

3. La representación de las figuras humanas (La marcha de la humanidad), reflejo de la iconografía de Agustín Ibarrola, aparecen diseminadas por distintas partes del bosque, formando conjuntos compactos o intercaladas entre distintos temas.

Antes de adentrarnos en el bosque, debemos recordar que somos nosotros los que tenemos que jugar a construir y destruir las formas, según el punto de observación que elijamos ante cada composición artística. Las formas y los colores pintados sobre el soporte cilíndrico de los pinos crean un «muralismo tridimensional» que juega a recrear composiciones planas en tres dimensiones. Para ello el artista ha partido de la relación volumen-plano, cóncavo-convexo, negativo-positivo, es decir de la relación de los distintos elementos que componen el espacio que son la base de su obra escultórica y pictórica.

Extracto del texto titulado «Ibarrola,en 57 pinceladas» de J. A. Vela del Campo (Catálogo «Agustín Ibarrola. Arte y Naturaleza. Círculo de Bellas Artes, Madrid, Noviembre 1999.)