Incombustible, de obra irrestible, creador de nuevos lenguajes artísticos, que desafía los códigos clásicos y con piezas propias por todo el mundo, Agustín Ibarrola es, sin embargo, un artista invisible en España.
Durante su prolífica trayectoria y en paralelo a la obra gráfica y pictórica, ha experimentado con en el uso de variados materiales como traviesas de ferrocarril, cartones, papel, maderas, acero corten…
El origen de la marca Ibarrola
Todo comenzó en 1930, año de su nacimiento, en el seno de una familia obrera. Muy joven, Agustín Ibarrola ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao y ya en 1948 organizó su primera exposición individual.
Tras este bautismo artístico, se trasladó a Madrid para ingresar en el taller de Daniel Vázquez Díaz. Ahí, mostró un gran interés por conjugar la tradición pictórica vasca con las corrientes de vanguardia del Arte Contemporáneo.
Sin llegar a materializarse, en 1950 lo invitaron a participar en los trabajos de la Basílica de Arantzazu (Gipuzkoa), un mural para el pórtico.
Equipo 57 y Estampa Popular
A partir de 1956, trabajó en París donde conoció a los que, junto a él, formaron el Equipo 57.
De vuelta en Bilbao en 1961, se integró en el grupo de grabadores de Estampa Popular, en la sección vasca.
Como miembro del Partido Comunista fue detenido en 1962. Juzgado por un tribunal militar, fue condenado a nueve años de encarcelamiento.
Este confinamiento no frenó su pasión por crear; más bien al contrario. Dentro de la cárcel siguió pintando y dibujando aunque sin firmar las obras ni exhibirlas en el exterior. Un año después, Appeal for Amnisty, organizó una exposición en Londres, París, Bélgica, Alemania e Italia con estas obras «ilegales».
Fue puesto en libertad en 1965. Sin pensárselo mucho, junto a otros artistas vascos, participó en la creación de los grupos artísticos de la Escuela Vasca, Gaur, Emen, Orain y Danok. Pero, una vez más, intentaron suspender su creatividad. Te lo contaremos en el próximo post. Solo tienes que esperar una semana….